viernes, 28 de octubre de 2011

FORMULAS SAGRADAS Cap.-7

Miró a la la calle. Pasó por alto, casí sin mirar, la gente, los edifición, los semaforos, los coches que circulaban... 
Parecía buscar algo en concreto. 
Entonces lo vió. Solo él podría haber detectado su presencia. ¿Como si no, era posible que una persona hubiera reparado en el tenue reflejo, parcial, sucio y deformado, que desde una ventana del edificio de enfrente le devolvía la presencia de un chucho recostado junto a las escaleras que daban acceso al edifico donde nuestro personaje se encontraba.
Ni siquiera pestañeó, ni su rostro reflejó la más mínima emoción, pero un observador minucioso habría advertido como los pelos de su nuca se erizaban y un escalofrío recorría su espalda hasta llegar, electrico y desagradable, a las puntas de sus dedos.
En esos momentos Katía regresaba a la estancia y se frenó en seco al verlo levantado y mirando entre las cortinas de la ventana.
El se giró bruscamente y Katia sintió miedo. Miedo de ese hombre de rostro energico y mirada intensa, que no parecía que hubiera sufrido el ataque de un perro rabioso.
-¡Tenemos que salir pitando!- dijo con voz apresurada y profunda. 
Katia, que se había quedado petrificada reaccionó retrocediendo atemorizada por la energía y la agresividad que percibía en ese hombre que solo unas horas antes parecía estar al brode de la muerte.
Sin que le diera tiempo a reaccionar, en dos zancadas, se había puesto a su lado y la sujetaba con fuerza del brazo mientras le preguntaba:
-¿Tiene este edificio una puerta trasera o alguna salida que no de a esa calle?- inquirió a la cada vez más asustada chica.