Como las piedra,
con su soledad eterna
y sus amaneceres mojados,
como gigantes de arena
que se deshacen despacio,
como la fiebre y la pena
que se enroscan en mis manos.
Así quedó mi alma.
Una noche de primavera.
Una suave brisa.
Tu pelo y mis labios,
y un adiós que me ha herido
en el fondo desolado,
de mi corazón perdido
en laberintos del fauno.
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