domingo, 17 de octubre de 2010

FORMULAS SAGRADAS Cap.-6





A pesar de que el sol parece brillar con especial empeño esta mañana, el frío castiga las orejas y los dedos de los transeuntes. 
Dentro del edificio, el misterioso extraño vuelve en sí con el intenso olor a café que está preparando Katia, que un instante después se acerca mientras sonrie y le tiende una taza de café.
 

-Ey!! tipo-sin-identidad, seguro que esto te devuelve a la vida. ¡Y espero que esta vez no seas tan agresivo, porque se me va a ver la marca de tus dedos en el tobillo durante un mes! ¿Continuamos ahora la conversación con un desayuno?

Entretanto, en la calle, el trafico aumenta. Los coches conforman una serenata de bocinas, motores, frenazos y zumbidos. La gente camina distraidamente camino de sus trabajos o sus compras, niños que van al colegio, un par de ancianos que caminan lentamente y al fondo de la calle, dos perros.
Caminan olfateando con su trote cansino y despreocupado. Nadie les presta atención. Pasan desapercibidos. Están muy flacos y tienen el pelo color canela, sucio y descolorido. Uno de ellos tiene una herida en el hocico, pero con la suciedad y la cabeza gacha, apenas puede apreciarse. Realmente llevan un recorrido sistemático que va barriendo las calles, uno por cada acera. Poco a poco se van acercando a la casa de Katia, y un sordo y leve gruñido empieza a escapar de una de esas gargantas. El otro perro levanta la cabeza alertado y tras mirar a ambos lados para asegurarse de que ningún coche se acerca, cruza la calle a la carrera y se une al otro perro. Finalmente llegan hasta la puerta. Ambos empiezan a olfatear ruidosamente hasta estar seguros de que el rastro que buscan termina allí. Entonces uno de ellos se retira un poco hasta un lugar discreto tras una de las columnas y se tumba pacientemente mientras el otro emprende una veloz carrera retrocediendo sobre sus pasos. Cuando cree haberse alejado lo suficiente deja escapar un agudo aullido, que aunque no resulta demasiado fuerte, parece atravesar toda la ciudad.

Lo primero que piensa es que la chica tiene unos extraños y preciosos ojos, y unos sensuales labios que a cualquier hombre le encantaría besar. A él también, pero en esos momentos esa no es una de sus prioridades. Realmente no recuerda el incidente que ella menciona del tobillo, pero de lo que está seguro es de que es extremadamente urgente salir de allí. Y ahora no solo es él quien corre peligro. Pero por encima de todo, lo más importante es recuperar el libro.

-Dime ¿eres un ladrón?, - pregunta ella- esos no parecen perros policias pero ¿por qué has robado ese libro? ¿que tiene de especial.
 
El tipo la mira confuso, aunque en su interior duda que la chica sepa en que lío está metida, sabe que no debe fiarse.
 
-¿Dónde está el libro? pregunta
 
-Yo he preguntado antes. Así que respóndeme y yo te devolveré el libro.
 
El desconocido traga saliva mientras mide las palabras que va a decir cuando un ruido interrumpe sus pensamientos. Es el timbre del telefono. Katia se levanta y sale de la habitación, ignorando el peligro que corre. El la oye hablar cerca, parece que con una amiga. No hay tiempo que perder. A pesar del dolor del costado, consigue levantarse con esfuerzo y se acerca a la ventana. Retira la cortina y mira con cuidado.

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